23 ago 2013

Ni quiera encuentro la parte que más me duele



Texto: Alejando Páez Varela

Del libro-disco "Paracaídas que no abre"

Editorial Almadía


Ni siquiera encuentro la parte que más me duele. No serán los riñones, seguro, ni el hígado ni la boca del estómago ni la cabeza ni los pulmones. Será otro lugar. Nada más cierro los ojos y me llegan agujas por todos lados, en cada centímetro. Nada más me doy un tiempo para pensar y se me atora la matraca del cerebro. Sólo tengo que apagar la luz de la recámara y los ojos se me vuelven de gato y veo, veo mucho, en el techo y en la almohada, en las patas del buró y en la lámpara, y me lastimo.




Qué pena ir al médico con estos padecimientos que no tienen verbo ni predicado. Ubico, para mi historial clínico, cabellos cortos y largos, labios pintados y desmanchados, risas y tristezas y malos sabores. Qué espectáculo voy a dar en una sala de espera junto a los otros que tendrán enfermedades que sí valen la pena. Me duele todo y no encuentro de qué quejarme. Me arde todo y no tengo de qué dolerme, en específico.




Si llego a consulta, le diré al médico que me duele un último tramo del abecedario: Margarita, Mariana, Mireya, Mónica, Nancy, Nadia, Patricia, Rocío, Sandra, Tania, Valeria. Me dirá, para ayudarme, que me toque una parte del cuerpo y la describa. Me dirigiré a él con la misma fórmula, aunque alternada: Adriana, Alejandra, Alicia, Ana, Baba, Cecilia, Clara, Diana, Dinora, Fernanda, Gabriela. O brincaré al arbitrio en mi expediente. A la ele, por ejemplo: Laura, Leticia, Lola. Y aún así, no encontraré la parte que más me duele. Los riñones no son, seguro; ni el hígado ni la boca del estómago ni la cabeza ni los pulmones. Será otro lugar.




Si voy al médico, mejor le diré que me duele todo: el haber nacido, por ejemplo. El ser feliz y ser amargo. Le explicaré, expediente en mano, que tengo un patrón de conducta que me encasilla, seguro, en alguno de tantos males. Que duermo despierto. Que me casé con los moscos y las alergias para no soportarlos. Que renazco por las mañanas y en la noche me vuelvo el diablo. Que lamento estar escribiendo a estas horas porque tantos pizarrones y marcadores y lápices y post-its y cigarros no pueden ser saludables. Le diré que no encuentro en dónde me duele y me caen agujas de todos lados.