3 may 2017

Resumiendo

Ha sido un largo recorrido por, corto de tiempo, pero enorme en cuestión de avances, he disfrutado cada minuto de esta clase, me he roto la cabeza con conceptos que burlaban mi capacidad de entendimiento, me he aterrado con conocimiento nuevo y nociones que amenazaban mi estabilidad emocional, me he enfurecido con la historia y al paso de su estudio le he puesto una veladora a sus ruinas, me he preocupado por el mundo, por el pasado, por el otro, por el estado, el gobierno y las instituciones, he sufrido noches sin dormir pensando en conspiraciones paranoicas, me he sentido carente de libertad, usado, manipulado y endosa en paquetes digitales dispuestos al consumo, la filosofía política me ha cambiado y aunque no puedo asegurar si es para bien o para mal, si puedo afirmar que ha modificado profundamente mi visión de la realidad.


Como de costumbre ha provocado más respuestas de las que he podido contestar, he caído en tribulaciones esquizofrénicas y ataques de pánico mientras estudiaba el concepto de poder de Foucault, y me he aterrado al leer sobre los aparatos ideológicos del estado con Althusser, he redescubierto la libertad y el compromiso con Sartre, he aborrecido-amado al estado con Hobbes, he aprendido del valor de la propiedad privada con Locke, he criticado a la razón instrumental con Adorno y Horkheimer y he llorado por la Historia con Walter Benjamin, me he reído a carcajadas con el idealismo de Platón y he aprendido de sospecha, intriga y manipulación con Maquiavelo, he compartido un café con Rawls, y me he alegrado con Cassirer, en resumen he aprendido, y estoy muy feliz de haber (vuelto a cursar) esta materia.



Sobre el profe Monreal, creo que conoce bastante, es abierto, crítico y sabe reírse, crea en el aula un ambiente de confianza y camaradería, es un hombre lleno de convicción que siempre tiene algo que decir sobre cualquier tema, sabe defender sus ideas y sus posturas con argumentos claros y contundentes, es auténtico, inquieto, intenso y ama su trabajo, el de aprender, el de enseñar, el de entender en compañía de otro el mundo que nos rodea y si es posible cambiarlo para el beneficio de todos.



Este último mes se nos atravesaron las vacaciones y no tuvimos el tiempo necesario para profundizar en un sinfín de temas tan bastos como interesantes, pero dentro de lo que cabe mencionar está el último ensayo que hicimos. De los temas disponibles preferí tomar el pensamiento francés del siglo XX, específicamente hablando Sartre y Foucault buscando sincretizar sus filosofías en un postulado propio  más no nuevo, el poder y la libertad y el pseudo equilibrio orgánico que se da entre ellos.

El Equilibrio es imposible

“Somos los hijos indeseados de Dios, ¿y qué? Nuestros padres eran nuestros modelos de Dios, y si nuestros padres nos fallaron, ¿qué dice eso de Dios? Tienes que tener en cuenta la posibilidad de no caerle bien a Dios, él nunca quiso tenerte. Con toda probabilidad él te odia.”
- Chuck Palahniuk-

Cualquier posibilidad de equilibrio sistémico fallece en las aras de la libertad individual del sujeto, por ende, el colectivo social tiende por naturaleza a oprimir y reformar al sujeto mediante mecanismos de poder que garanticen la permanencia del sistema, a través de la pseudo-libertad del individuo.



Durante este breve texto haremos una inmersión en las aguas francesas de la reflexión filosófica, usando de timón y barca a dos dignos ejemplos de completud intelectual, Sartre, Foucault, Personas-personajes que abordaron distintos campos de estudio de la esfera del conocimiento humano, llevándolos por distintas vertientes en las cuales, el día de hoy, podemos clasificar y categorizar para facilitar su comprensión, dichos movimientos son: el Existencialismo para Sartre y el Estructuralismo para Foucault y aunque tales escuelas disten mucho entre ellas podemos observar, a través de un análisis conceptual, como ciertos parámetros y construcciones pueden ser sincretizados ya sea para comprobar o desbancar nuestra primera afirmación.



Así pues comenzaremos analizando el pensamiento Sartreano en busca de visión, y nos daremos cuenta de la existencia de tres grandes piedras angulares sobre las cuales giran las demás construcciones; estas son las ideas de libertad, responsabilidad y compromiso.
Primeramente podemos definir la libertad sartreana como una idealización exacerbada que solo se da en y por la conciencia, recordemos que Sartre era existencialista, por lo tanto, pensaba que la existencia precedía a la esencia, priorizando la libertad en cuanto está pone el objeto presente como ausente, tal es el poder de la imaginación humana que a través de la misma el hombre se puede ausentar de la realidad, negar el mundo o evocar lo irreal, ese es el proceso de la libertad absoluta subjetiva, una capacidad que no puede ser arrancada al sujeto ni por las condiciones de su realidad ni por su situación concreta.



Sin embargo, esta era una concepción prematura, una construcción que Sartre imagina antes de la ocupación Nazi, con la cual y ante el tiempo que permanece preso, su visión del mundo cambia y ahí en adelante, ante el germen político del innegable autoritarismo totalitarista que consumía su Europa inmediata, Sartre revoca el absolutismo indeterminado de su concepción y sitúa la esfera de la responsabilidad y el compromiso dentro del campo de su libertad. “Mi libertad, necesita la libertad de los demás”.



El ser por tanto no es, vive inacabado, existe como proyecto a lo que aspira ser, por lo tanto la conciencia tiene el poder de sustraerse de lo que es, de negarse a sí mismo y proyectarse hacia lo que desea, ahí se manifiesta su libertad, pues es libre de elegir lo que quiere ser, más vive atado a la existencia del otro, puesto que la libertad del otro nos deriva en esclavos, Sartre afirma que somos para el otro, de ahí su innegable frase de “Habremos de ser lo que hagamos, con aquello que hicieron de nosotros”.



Entonces se es libre por que no se es y solo se es eligiendo lo que quiere ser a través de la sociedad y el otro, pues cada elección irremediablemente afecta a toda la humanidad, no obstante dicha elección solo se da en una situación concreta, un marco real, y es sobre esta elección real y política que el hombre debe hacerse responsable de su libertad, de ahí nace el compromiso, puesto que el hecho de ser libre nos responsabiliza de la misma y nos compromete con nuestras acciones. El proyecto de ser es una necesidad social de ser libre para transformar la realidad.



Ante estas reformulaciones de la concepción sartreana de libertad vemos como pasa de un indeterminismo absolutista a una política “transformativa”, un digno ejemplo del intento (¿Fracasado?) de unir el Marxismo con el Existencialismo, corrientes que tienen grandes diferencias entre sí, sobretodo el punto de referencia a través del cual se inicia la reflexión, El existencialismo parte de un subjetivismo indeterminista, una libertad esclavista que desemboca en un pesimismo absurdista, mientras tanto el marxismo inicia desde la visión de la comunidad, los medios de producción, la lucha de clases y la idea de transformación social a través de la praxis filosófica, ¿Para qué comprometernos con el otro si el hombre es una pasión inútil?



Por otro lado Foucault pertenece al movimiento estructuralista, una escuela orientada a dejar de ver el sujeto como el epicentro de la reflexión filosófica, y situar a la estructura sis6emica a la que el sujeto pertenece como individuo en el ojo del huracán, de aquí que el filósofo del poder postule la frase de “El hombre ha muerto” emulando a Nietzsche con su máxima clásica, “Dios ha muerto”. Bajo esta concepción El hombre, tal como lo vislumbra Descartes, el ser al que pertenece la razón, el único protagonista del “pienso, luego existo” se desfasa o se relega a un plano minoritario de atención,  esté fenómeno tiene lugar a través de las críticas que Foucault retoma de Heidegger al sujeto, quien se convirtió en el principal pensador de la modernidad capitalista al fallecimiento anticipado del pensamiento Marxista, marcado por la inevitable caída del régimen soviético.



Heidegger postula que “El sujeto Cartesiano ha dejado la búsqueda del ser de lado por arrojarse a la conquista de los entes”, un asunto turbio que también tomo lugar en las reflexiones de Adorno y Horkheimer en “La Dialéctica de la ilustración” donde sitúan el problema de la razón instrumental, que no es otra cosa que el uso del poder a través de la razón para obtener dominio y control sobre la naturaleza y los hombres, la cosificación del otro por medio del conocimiento premeditado y consciente.



Para Foucault esto es el núcleo del poder, la razón instrumental, dicha voluntad perniciosa e iluminista se hace presente en la sociedad a través de la disciplina, pues ya lo decía Hobbes, “El hombre es el lobo del hombre” y ante esto, el estado (Leviatán) sustrae parte de nuestra libertad para ejercer el poder y reprimir el estado vil y natural del hombre.



Una muestra de la habilidad del estado para ejercer el poder yace en los dispositivos de control, que Althusser denominaría aparatos ideológicos y con los cuales “El poder” se sirve para alinear el pensamiento y construir sujetos sociales. Las escuelas se encargan de reproducir los patrones culturales que darán nueva vida al sistema y garantizaran la supervivencia del mismo, las prisiones funcionan como centros retentivos que suprimen la libertad del individuo, donde se intenta reformar conductas a través del juego diabólico de vigilar y castigar, mientras lo manicomios ocultan al enemigo más grande del poder, la locura pues los Locos son la más grande crítica viva y magistral de nuestro sistema, ya que innegablemente conjuramos a Goya cuando descubrimos que “los sueños de la razón producen monstruos”.


Vigilar y castigar, al igual que la ventaja de ver sin ser vistos son las características principales del modelo panóptico que propone Foucault; Como ejemplo, en una escuela el profesor ejerce la voluntad del panóptico, vigila, regula, castiga, reprime y produce sobre los sujetos de menor rango, pues el poder y sus relaciones jerarquizan, tal como diría Sartre con la dialéctica del amo y el esclavo. A su vez cada institución correctiva tiene una figura simbólica de poder, no alguien que lo posee, sino un algo que lo ejecuta, en la prisión el guardia tiene la libertad de reprender y disciplinar, no porque sea un hombre mejor o más libre, sino porque dentro de la situación espacio temporal de la prisión, y ante las circunstancias de los dominados,  el guardia ocupa un cargo político, constituye una figura de autoridad y la institución respalda el uso del poder en cualquier manifestación arbitraria que se le ocurra, tanto como la institución médica brinda al psiquiatra la capacidad de sentenciar si el loco, efectivamente padece algún tipo de locura.



El concepto del Panóptico puede ser llevado a una reflexión más allá, al transbordársele a nuestra realidad concreta, donde la sociedad misma sirve de ojo calificador. La mirada del panóptico nos cosifica, pues no nos ve como sujetos, sino como objetos que deben ser controlados y vigilados aún a costa de nuestras libertades, situados en un mundo atiborrados de cámaras hemos perdido nuestra privacidad, y el otro amenazante e impredecible nos mira, nos vigila y nos enjuicia según el grotesco pegamento moral que el poder haya instaurado como verdad. “Somos para el otro” Afirmaba Sartre pues es la mirada del alter la que nos define, sin embargo, en su mirar también nos cosifica, nos arranca de nosotros mismos y nos convierte en existencias inauténticas y angustiantes. Para Foucault esa mirada no solo priva de si al sujeto, sino que lo condiciona a los patrones que el poder requiere. El otro es el panóptico.



“No existen hechos, solo interpretaciones” decía Nietzsche, La verdad no es una sola, sino es más una multiplicidad de versiones que están en constante colisión, y es solo el poder quien tiene la capacidad de legitimar una verdad como hecho, impone realidades a través del lenguaje, domina por medio de signos y significados, se basa en el conocimiento del hombre, en la ciencia y en la manipulación del discurso, en la transformación de los símbolos sociales, en la cultura, el miedo y la violencia, para sujetar al individuo a una verdad “concreta” con la cual pueda hacerlo parte de si y sus relaciones, ese poder, es el colectivo humano en su representación sistémica, ya no como Estado sino como un “algo” que se revela más grande, complejo y oscuro, cuya magnificencia, control y operatividad lo vuelven invisible ante los ojos de quien ose buscarlo.



Ese algo sistémico y operativo cuyas redes de poder abarcan un campo global imposibilita cualquier posibilidad de libertad individual del sujeto, en aras del equilibrio natural cualquier elección que tome el individuo está contemplada dentro de los movimientos de dicho sistema,  no en forma de un determinismo absoluto, sino que este algo colectivo, humano y masificado que solo puedo pensar como retorcido resultado de meter en una licuadora el Absoluto de Hegel con el Leviatán de Hobbes pero infinitamente más monstruoso e invisible, necesita y requiere la ilusión subjetiva de las libertades individuales, pues dicho sistema que se me antoja orgánico requiere el conflicto para seguir creciendo como si se tratase de un ritual dialectico pero sin fin alguno, el sistema humano se autorregula y continua moviéndose hacia un no sé qué, que no puedo imaginar, la razón, hija predilecta del espíritu humano no abolió el temible estado natural que tanto horrorizaba a Hobbes, solo le dio normas, reglas, horarios, el colectivo social tiende por naturaleza a oprimir y reformar al sujeto mediante mecanismos de poder que garanticen la permanencia del sistema, a través de la pseudo-libertad del individuo.



"No sois vuestro trabajo, no sois vuestra cuenta corriente, no sois el coche que tenéis, no sois el contenido de vuestra cartera, no sois vuestros pantalones, sois la mierda cantante y danzante del mundo".  - Chuck Palahniuk-


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