Las piedras caían una a una sobre el cuerpo Maite, algunas impactaban de lleno en su pequeña cabeza, otras surtían una variedad de dolores cuando se estrellaban en distintas partes de su cuerpo, Pobre Maite y ella que solo quería hacer amigos, no sabía que en estos tiempos ser diferente le podría costar algo más que un simple rechazo, ante tal situación solo podía llorar e intentar cubrirse de las piedras con sus pequeñas manitas, su vestido verde lentamente se empezaba a cubrir del rojo de su sangre, la cual brotaba en deliciosas gotitas desde varias heridas que habitaban en su cabeza, el sufrimiento y la desesperación se apoderaron de Maite y lo único que pudo resolver fue pedir ayuda a su amigo, ese que solo ella podía ver, cuyo nombre le daba tanto miedo a Mamá y cuya existencia había mandado a Papá al manicomio, Maite le suplico que la liberara de aquel martirio y así fue que apareció, los niños lo vieron por unos segundos pero fue suficiente como para que corrieran aterrados, lástima que ellos no contaban con que “eso” era más rápido que un auto y los alcanzo a todos, lenta y dolorosamente les hizo guardar silencio y nunca nadie volvió a molestar a Maite.
No hay comentarios:
Publicar un comentario