El hombre de la mesa dos atardece con el alba mientras sus ojos se nublan de ojeras, los anillos del tiempo van dejando indelebles huellas en su cuerpo demacrado y marchito que se tambalea con los suspiros del viento, el olvido se deleita devorando cada uno de sus nuevos y viejos pensamientos mientras la noche lo va acercando lentamente hacia lo inevitable. Por el rabillo del ojo él hombre descubre mi vista curiosa y con un sonrisa en el rostro me invita a sentarme con él, mientras avanzo hacia aquella mítica mesa calculo la edad de mi anfitrión y para mi sorpresa llego a creer que tiene más años que los que lleva marcados en el alma. Minutos después le sugiero una taza de café con algo de pan tostado, el hombre acepta mi oferta y voltea hacia la ventana mientras el infinito recrea en sus ojos la historia de vidas que hace mucho dejaron de existir -¿Qué espera?- Pregunto inocentemente.
-Al destino mi amigo… al destino-
Me gana el silencio, se me ahoga la voz, evito mirarlo y termino agachando la cabeza y en un susurro mis lagrimas le responden “yo también”.
Me gana el silencio, se me ahoga la voz, evito mirarlo y termino agachando la cabeza y en un susurro mis lagrimas le responden “yo también”.
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