Escucho a los perros románticos ladrar desde el horizonte, aúllan por tus dioses y gruñen ante tu avaricia, pelean como galgos corriendo por la vida y muerden al menor indicio de confianza, escucho a los perros del alba, morir desde la noche infinita, gimen con mil voces apagadas y aúllan con el inconfundible llanto del bebe moribundo, escucho tu vos entre cientos y me escondo bajo las sabanas, y espero y encuentro y temo.
Violentan mis sentidos con fugaces mordiscos, les duele mi falta de pena y me consiguen una que lleva tus ojos arrancados en recuerdos sangrantes, quiero escuchar mi pena ladrar con sus hocicos. Los perros de la noche olisquean el cadáver del amor, el cuerpo de tu sexo y el olor fresco de tus entrañas, quédate conmigo, callada y ausente, deja que te olisquen el culo que para eso son bestias, deja que te follen, inconsciente, transeúnte del deseo, mi pena tiene pene y dientes caninos, rasgan la carne como araña el olvido y gozan y gozo, los perros no se han ido, viven en la estepa de mi locura y esperan carne fresca.
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